Mátalos a todos
Posted: Sun Apr 13, 2008 9:10 pm
Nació en 1866 y murió el día 2190, a la edad de 36 años.
Pocos fueron los días de su vida en los que el silencio dentro de su cabeza le dejó descansar. Mátalos a todos, Butol. Siempre quiso sacar esa voz maléfica de su interior, pero no pudo. Te odian, mátalos. Negando que eso fuera cierto, clamando por silencio. Un terrible dolor que se fue haciendo mayor según se iba haciendo cierto. Malas palabras, miradas indiscretas y cuchicheos contra él. Insultos, "estás loco", fuertes golpes, traiciones de sus supuestos protectores, la pérfida y fría mirada de Sacerdotisa, que le hacía sentir congelarse su corazón.
Pocos los intentos de evasión que consiguieron calmarle, como la encantadora Zanahorias. Tal vez esa madre que le faltó. O las semanas en alta mar, solo, tirado sobre la cubierta del barco de turno mientras el sol chamuscaba su piel. Feliz. El calor de la sangre de una joven muchacha desconocida derramándose entre sus dedos. La tranquilidad de dar la muerte. Con la voz interior complacida.
Mucho tiempo de vida para un inadaptado. Demasiado tiempo para sufrir, para que sus ojos se llenaran de pánico o de furia, para perder toda la inocencia que le sobraba, para verse obligado a darle la razón al demonio. Demasiado para, al fin, descansar en paz.
Pocos fueron los días de su vida en los que el silencio dentro de su cabeza le dejó descansar. Mátalos a todos, Butol. Siempre quiso sacar esa voz maléfica de su interior, pero no pudo. Te odian, mátalos. Negando que eso fuera cierto, clamando por silencio. Un terrible dolor que se fue haciendo mayor según se iba haciendo cierto. Malas palabras, miradas indiscretas y cuchicheos contra él. Insultos, "estás loco", fuertes golpes, traiciones de sus supuestos protectores, la pérfida y fría mirada de Sacerdotisa, que le hacía sentir congelarse su corazón.
Pocos los intentos de evasión que consiguieron calmarle, como la encantadora Zanahorias. Tal vez esa madre que le faltó. O las semanas en alta mar, solo, tirado sobre la cubierta del barco de turno mientras el sol chamuscaba su piel. Feliz. El calor de la sangre de una joven muchacha desconocida derramándose entre sus dedos. La tranquilidad de dar la muerte. Con la voz interior complacida.
Mucho tiempo de vida para un inadaptado. Demasiado tiempo para sufrir, para que sus ojos se llenaran de pánico o de furia, para perder toda la inocencia que le sobraba, para verse obligado a darle la razón al demonio. Demasiado para, al fin, descansar en paz.